Ind'u Chining'a (Cerro de adoración) es la montaña sagrada donde habita el Na'in Ch'on (padre trueno), dador de la vida. Esta montaña sagrada se encuentra localizado en la cima de la comunidad de San Juan la Unión, Municipio de San Lucas Zoquiapam, al norte del Estado de Oaxaca, tiene una latitud de 18°06'10", una longitud de 096°53'14" y una altitud de 1670.
El Cerro del Padre Trueno o Cerro de Adoración se llama en mazateco “Ind'u Chining'a”. En ese cerro, en su cima, se rinde culto al Na'in Ch'on, que es el dueño de las nubes, de las lluvias y de las montañas. Este cerro es un lugar sagrado, habitado por duendes y espíritus, al que se debe llegar con respeto, reverencia y devoción.
Las personas que no siguen la tradición, pueden tener encuentros muy peligrosos, ya que el cerro está protegido por guardianes espirituales para que no sea profanado, e infrinjan castigo a los intrusos que no muestran respeto y a quien llegan cargado de malos pensamientos.
Los antiguos mazatecos (Chjá Ni'yó) subían a la cima de la montaña para pedir buenas lluvias y prósperas cosechas, y a la vez agradecer por los favores recibidos. Los grandes chamanes y maestros de éxtasis llevaban a cabo sus rituales de petición, ya sea de lluvias o caza de animales, en la cumbre de Ind'u Chining'a (Cerro de adoración).
El Na'in Ch'on es un dios blanco con grandes ojos entre verdes y azules que trae bendición a su pueblo, que trae salud, fuerza y poder, pero también puede traer castigos y enfermedades a los profanadores e irrespetuosos. El Na'in Ch'on no es bueno ni malo sino es justo.
Na'in Ch'on es el aliado especial del “Chikon San Martín” o “Nchiba”. Cuando el territorio de “Chikon San Martín” o “Nchiba” es invadido por Chikon Tokoxo u otro Chikon vecino, el Na'in Ch'on sale a defender el territorio de “Nchiba” y hace tronar sus truenos para enfrentar al intruso. La lucha puede durar varios días o semanas.
Na'in Ch'on es el guardián de los cerros, de los bosques, de las milpas, de los manantiales y sobre todo los mazatecos. Un mazateco respetuoso no es amenazado por el rayo. En cambio un mestizo o un extranjero que no sabe mostrar respeto al Padre Trueno está expuesto por un impacto de rayo (l'í ch'on) que le pueda partir la cabeza.
Cuando Na'in Ch'on emite un sonido estrepitoso, entonces dicen que está enojado y nadie sale de su casa. Esto sucede en los primeros días del cho maxti (veintena o periodo de enojo), según marca el calendario prehispánico.
Este cerro sagrado debe visitarse para ofrendar a Dios. En la cima se encuentra un altar prehispánico, que es una piedra, en la cual se lava y luego se deposita las ofrendas, que consisten en huevos que significa la vida; cacao, el dinero; plumas de guacamaya, el mensajero a los dioses y papel ámate donde se envuelven las plumas que es la carta, todo esto envuelto en hoja de plátano, amarrados con hilo blanco que es su ceñidor o cordón umbilical.
Éstos se preparan en los primeros días del mes de enero, en Cho me (veintena de pedimento), por los Xta Chjine (gente de conocimiento), para pedir paz, salud, prosperidad en sus quehaceres cotidianos, estos paquetes generalmente se acompañan de guajolotes, y que están consagrados al Dueño de las montañas.
Las ofrendas que se llevan a este lugar son para pedir lluvias, para caza de animales, para pedir la salud de algún enfermo, buenas cosechas, protección y bendición en la familia. Se deben guardar los días de abstinencia sexual y de todo tipo cuando se hacen las ofrendas en el Cerro de Adoración, no se debe invitar a nadie a comer a la casa ni recibir invitaciones de otras casas.
También subían los vecinos del municipio y de otras poblaciones cercanas a dejar sus paquetes de pedimento.
Las personas mayores recuerdan con nostalgia y dicen que en la cima del Cerro de Adoración se encuentra una piedra grande en donde se lava para atraer las lluvias en las épocas de sequías. Y confiesan también de haberlo visto en su vida a Na'in Ch'on (padre trueno).
Antes se acostumbraban los mazatecos pedir lluvia para la vida y para las milpas. Pues aquél ritual consistía en llevar bultos mágicos (paquetes de pedimentos), guajolotes (sacrificio), ceras y rezos de tradición oral. Se pide lluvia a los dioses, porque del agua se ha vivido. Se le habla de frente, se le agradece y se le hacen ofrendas individuales y colectivas.
Los mazatecos celebran rituales de agradecimiento por los frutos, presentan ofrendas a las diversas deidades que provocan las lluvias, las trombas y las buenas o malas temporadas. Porque para los mazatecos los ríos, lagos y los fenómenos meteorológicos que provocan lluvia, nieve o granizo, forman parte de un universo cosmogónico y espiritual, el cual se vive y reformula de forma cotidiana.
Los pueblos del municipio de San Lucas Zoquiapam han creado un gran número de mitos, leyendas y prácticas ceremoniales que giran alrededor del Gran “San Martín Caballero” o “Nchiba”.
En los tiempos modernos ya no se acostumbran rendir cultos ni tributos a los dueños de los cerros, solamente se realiza en casa en los primeros días del año o dependiendo de la situación de la gente.
Antiguamente estas ceremonias se practicaban en la cima de los cerros, en el nacimiento de manantiales, en los pozos y en los cauces de los ríos. En estos rituales se invoca a los vientos, al rayo, a los duende, a los dueños de agua, a los cuatro puntos cardinales y al Na’in Ch’on (el padre trueno).
Los primeros mazatecos señalaron los lugares donde emergía la vida. Señalaron los lugares sagrados. Marcaron las fronteras y linderos, en ocasiones adoptaron las causes de los ríos como limites de sus comunidades. Por eso los mazatecos modernos al tomar agua de los manantiales, de los pozos y de los ríos, beben el agua de los dioses y de los antepasados y con ello forman parte de una historia que llevan en la memoria.
Guardemos respeto por nuestros dioses, dioses de nuestros antepasados. El respeto por todo aquello que derive en el bien individual y colectivo, permite la armonía del cosmos y la reproducción material de las familias y sus tradiciones. Por ello, los mazatecos se preocupan por el cuidado y resguardo de los recursos naturales, particularmente, del agua, que representa el componente mayor de su complejo mundo espiritual.
Por Jacinto García Martínez